Columna, Opinión

Congreso Nacional Politécnico, una farsa.

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Por Rafael Roig Lozano

Así es,  el Congreso Nacional Politécnico es nada menos que una fraudulenta simulación de democracia. La Comisión Organizadora (CoCNP) fue establecida de una manera irregular al integrarse primeramente por personal de la dirección general, en segundo lugar por representantes de la Asamblea General Politécnica AGP -qué fue conformada en 2014 y de la cual sus miembros originales ya no son ni siquiera alumnos y muchos de ellos o la gran mayoría no participan de forma alguna- que ahora es un cascarón vacío.

Al integrar esta comisión se dejó sólo un tercio de los espacios para alumnos y docentes, mientras que no se toma en cuenta a los empleados regulares. Para rematar, la participación en la votación para elegir a los representantes fue ínfima no alcanzando ni siquiera el 1%, enparte por apatía de la población, pero principalmente por un rechazo total al proceso. 

El propósito.

Toda farsa tiene un propósito. En este caso un despropósito que es el de imponer condiciones para desmantelar al politécnico. La palabra clave: «autonomía». ¿Qué implica para un instituto del estado mexicano la posición de autonomía?

En el sentido más amplio le quitará el poder al presidente Andrés Manuel López Obrador para utilizar el Instituto con fines sociales y de democratización de la educación, además permitirá que haya una mayor corrupción (como si no hubiera ya suficiente), de la misma forma perderá la obligación de mantener la gratuidad en la educación.

Para entender más, de manera inmediata al dejar de ser una institución de gobierno todos los empleados dejarían de ser servidores públicos. Esto en sí, disolvería toda relación laboral. Es pura lógica,si el Instituto deja de ser del gobierno ¿Cómo podrían conservarse las relaciones laborales?

El Instituto requiere de cambios profundos, sí, pero no en su propósito ni en su estructura. Más bien se requiere eliminar la enorme corrupción, los amplios privilegios de la cúpula, la opacidad y discrecionalidad en el gasto, el ataque a la calidad de la educación, las pírricas condiciones enlas que se contrata a los nuevos maestros desde hace ya muchos años, y como éstas muchas cosas más.

Para atacar estos problemas no se requiere autonomía, por el contrario, se requiere lo que está pasando en el resto del gobierno. Una mayor vigilancia. Estrictas reglas que castiguen de forma dura cualquier vicio de corrupción.

Al impulsar la autonomía en esta ocasión (una más) la dirigencia corrupta busca escabullirse de la responsabilidad y la vigilancia. Volverse, pues, intocables, perpetrar y expandir la corrupción existente. No tienen otra oportunidad, por eso la desesperación.

Desgraciadamente, el subsecretario de educación Concheiro y el diputado Pablo Gómez se unen al llamado del impresentable Fernando Belaunzarán de dar este golpe mortal -la autonomía- a este instituto, cosas de la vida…

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